una visita indeseada

Un día vino a visitarme, y yo como todo buen samaritano le abrí las puertas, y le deje entrar.

Una vez dentro, sentí y me percaté que me merodeaba mucho y acariciaba la mente constantemente, donde con sutileza y de una manera muy sublime poco a poco, y en base de ese gentil apego, se fue adueñando de mi ser, abarcando mi corazón, conforme transcurría el tiempo, se hacia mas dueño de mi.

Se llegó a crear una extraña simbiosis de supuesta compañía. La cual, a la larga, me desplazó a grado tal de llegar a ocupar todo mi espacio, dejándome literalmente fuera de orden sin y sin ningún tipo de sintonía.

Fue cuando me di cuenta que esa visita no era bien acogida por mi, y se tornaba mucho mas desagradable en la medida que transcurría el tiempo.

Quizás era tarde para echarla fuera; porque ya esta, se había adueñado de todo cuanto le rodeaba.

Mientras yo mas le insistía para que me dejase, esta mas me amordazaba con una notable fuerza inmisericorde.

Entonces fue cuando decidí aislar a mi indeseable inquilino, dejándolo solo, completamente solo.

Tal soledad acogió al extraño que este no hallaba para donde agarrar, deambulando para adentro y para afuera hasta que llego el momento en que el solo se marcho por su propio medio regresando al punto de donde había venido.

Es de notar que mientras este indeseable habitó en mi morada, no dejo espacio para ningún otro visitante más. Ahora una vez que se ha marchado; puedo respirar tranquilamente, esperando no recibirlo nunca más.

Ahora me siento constantemente frecuentado por aquellos huéspedes que son dueños de mi morada Ellos llevan consigo los sentimientos más sublimes y agradables que nos pueden acompañar y abarcar, como lo son el amor y la felicidad en conjunto a todos sus parientes derivados.

Ah…, por cierto, ese huésped indeseado el cual no recomiendo le den nunca hospitalidad lleva por nombre “Resentimiento”